domingo, 9 de octubre de 2011

Capítulo I

Abro los ojos por la luz que entra por mi pequeña redondeada de mi pequeña casa en lo alto de la pradera, una pequeña casa donde vivo yo sola con mi perro Amigo, lo llamé así porque siempre que lo necesito está conmigo y porque es el único amigo que tengo. Por la zona que yo vivo no hay gente, solo hay civilización un poco más abajo de donde yo vivo, en el bosque hay unas cuantas casas un poco más grande que la mía. Yo solo bajo allí para buscar comida y algunas flores, sobretodo rosas.

Me levanto y saco la cabeza por la ventana miro a mi alrededor y veo animales corriendo, hojas de los árboles moviéndose y un gran cielo azul sin una sola nube solamente azul.

Abro el armario y me cojo unos pantalones muy sencillo y una camiseta rosita claro. Salgo a la pradera y voy al establo a ordeñar las cabras, normalmente cada cabra da treinta litros diarios.
Entro de nuevo en casa, dejo la leche en la mesa y abro el armario y cojo un vaso un vasito de madera hecho por mi y hecho un poquito de leche.

De repente siento unas uñitas cortas que me arañan las piernas miro hacia me derecha y veo a Amigo pidiéndome la leche de la mañana. Su cuenco está junto a la puerta, le vuelvo a echar un poquito de leche. No tardó en bebérselo.


Iba a salir para ir al riachuelo a refrescarme la cara y al abrir la puerta siento que piso algo bajo la mirada y veo una rosa rosa todavía cerrada, la cojo y la huelo es muy bonita.  Vuelvo a entrar en la casa y entro en mi habitación, la coloco con mucho gusto en un jarroncito.


Amigo, fue fuera corriendo y revoloteando por toda la pradera, en algún momento al parecer cerró los ojos y sin darse cuenta se cayó al río, al pequeño río, menos mal que no había mucha corriente y pudo salir fácilmente.

Estuve toda la mañana sin hacer nada solo en la cama oliendo la rosa  y pensando quien la podría haber dejado allí, si no conoce a nadie, que raro.









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